Conociendo el país que verá nacer a mi hijo III : Gondar,la ciudad medieval

A los pies de las montañas de Simien, Etiopía guarda en sus entrañas un legado tan valioso como desconocido. ¿Quién esperaría darse de bruces con la silueta de varios castillos de corte medieval en pleno corazón de África? Si viajar es alejarse de los estereotipos y darle la espalda a los prejuicios, dirigirse a uno de los países más pobres del mundo para acercarse a un trozo de su sorprendente historia obliga a sobreponerse a las imágenes con las que Occidente ha etiquetado a la antigua Abisinia: un territorio asolado por las hambrunas y las sequías repleto de niños de vientres hinchados. La recompensa merece la pena y Gondar es, desde luego, parada obligada.


Esta localidad del norte de Etiopía cuyo nombre evoca en el viajero el tenebroso universo de Tolkien acogió, cuatro siglos atrás, el esplendor de una ciudad imperial cincelada a imagen de las viejas urbes medievales europeas, lo que le ha hecho ser conocida como la “Camelot de África”. Hoy, seis castillos y un puñado de edificaciones menores siguen en pie para recordar a los visitantes que Gondar fue, durante dos siglos, la capital del reino cristiano más antiguo del continente negro (abrazó ese credo en el siglo IV, pocos años después de que lo hiciera el emperador romano Constantino).

Pasear por las estancias vacías del Palacio de Iyasu, otro de los castillos de este insólito recinto, es hacerlo por los rescoldos de un esplendor marchito. Sus paredes ya no lucen los tapices de antaño y en lugar de los adornos de oro y marfil sólo hay piedra desnuda. Pero no es difícil imaginarse la impresión que debió provocar la visión de una fortaleza de estas hechuras en unos súbditos acostumbrados a vivir en humildes chozas.


A sólo unos minutos en coche de esta ciudadela imperial, junto a la carretera que lleva a Bahar Dar, se encuentran todavía los baños del emperador Fasilidas, una gran piscina de casi 3.000 metros cuadrados donde ahora, al igual que entonces, se celebra cada mes de enero la fiesta del Timkat (Epifanía). Colmada la alberca con agua de un río cercano (una tarea que, cuentan los lugareños, dura dos días), los feligreses se arrojan en masa para purificarse en una festividad rebosante de cánticos y colorido. Al terminar la ceremonia, el agua se devuelve al río en justa reciprocidad.
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El monasterio de Debre Birhan Selassie, a un paso del centro de Gondar, cobija en su techo unos formidables frescos del siglo XVII con el rostro de ochenta ángeles alineados, una sugerente imagen que, sin duda, es una de las cartas de presentación de Etiopía en el mundo. Como en todos los templos, hay que descalzarse antes de entrar.




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