Un hombre excepcional, Asfaw Yemiru.

Etiopía es uno de los países más pobres del mundo. Los habitantes del país han sufrido en repetidas ocasiones la guerra y la sequía. Más de la mitad de la población son niños menores de 15 años. Casi dos de cada tres etíopes no saben leer ni escribir. La escuela es gratuita y obligatoria durante los primeros seis años, pero menos de la mitad de la poblacion infantil empieza la escuela.




Asfaw Yemiru era un niño de la calle en la capital de Etiopía, Addis Abeba. Nació en 1943, y pronto sufrió penalidades como otros tantos niños, cuya esperanza de vida era muy escasa, sobreviviendo de la caridad, durmiendo a la intemperie y realizando los trabajos que surgían, muchas veces impropios para sus edades.
Su vida es sinónimo de entrega a los demás, ya desde temprana edad. Cuando contaba con 9 años, siendo niño de la calle, ayudó a una mujer a transportarle las bolsas de la compra. Ella se interesó por su situación y en agradecimiento le prestó ayuda para que acudiera a la escuela. Ese acto fue el punto de partida de una nueva vida para Asfaw.
Los estudios de Asfaw progresaban muy satisfactoriamente, y fue en secundaria cuando reflexionó sobre lo vivido. Observó cómo había progresado y las miserias que sin embargo seguían sufriendo sus antiguos amigos y compañeros de penalidades, mientras él disfrutaba de suficiciente alimentación y materiales de estudio. En la escuela sobraba siempre abundante comida, mientras que aquellos niños extremadamente pobres que no habían tenido su oportunidad, seguían pasando hambre y viviendo a su suerte.


Tuvo entonces la idea de expedir unas tarjetas para que los niños pudieran alimentarse de las sobras de los alumnos de su escuela. Pero vio que eso no era suficiente; los niños también necesitaban una educación, y con 14 años él mismo asumió esa tarea: se hizo con una pizarra y bajo la sombra de un gran árbol anexo a un cementerio próximo a su escuela, comenzó a darles clase de los conocimientos que él había adquirido. “Ví que me daban todo, educación, comida, libros, era extraño para mí no tener que devolver nada y lo hice de esa manera”, explica Asfaw.
Cuando contaba con 18 años, Asfaw no se conformó con aquella situación. Pensó que para proporcionarles una buena educación a los niños había que mejorar las condiciones de habitabilidad. Fue así, que solicitó ayuda al emperador de Etiopía Haile Selassie. El emperador le otorgó entonces una parcela de 300 metros cuadrados para construir su nueva escuela. Como no tenía medios, los muchachos le ayudaron con maderas y ladrillos rotos que consiguieron en un vertedero de una fábrica cercana. “Construimos cuatro aulas donde de día se daban las clases y de noche dormían los niños, y para elegirlos, me decidía siempre por los más pobres”, dice Asfaw.


Aquí comenzó un proyecto que ya no se detuvo. A los quince años de comenzado ya se contaba con más de 60 aulas y más de 2.500 estudiantes, siendo la escuela reconocida oficialmente por las autoridades. Cabe destacar que en ella los alumnos conseguían los mejores resultados del país año tras año.
La escuela y los materiales de estudio eran gratuitos, pero no siempre era suficiente ya que las familias más pobres dependían de sus hijos para trabajar. Con las ayudas que iba recibiendo de personas e instituciones Asfaw también proporcionaba dinero a las familias, así como leche todos los meses o una contribución para que ellas pudieran criar pollos y ser autosuficientes.
En la escuela se prohibía golpear a los niños (algo habitual en las escuelas públicas), y se les motivaba en una atmósfera positiva de compromiso y respeto. Los niños no sólo aprendían las materias habituales, sino también labores prácticas como por ejemplo administrar una granja.

Asfaw hizo posible que muchas niñas pudieran asistir a la escuela, de hecho asístían en mayor número que los varones. En otras escuelas del país la situación era la opuesta.

Asfaw Yemiru recibió en 2001 el premio de los Niños y Niñas del Mundo por los Derechos de la Infancia.

En Diciembre de 2010, contando Asfaw con 66 años de edad, la Fundación gallega Tierra de Hombres quiso reconocerle esa vida solidaria, haciéndole entrega del Premio Honorífico de la Fundación, junto a otras instituciones que también colaboran en su proyecto.



Asfaw Yemiru y varios representantes de la fundación Tierra de Hombres, previo a la ceremonia de entrega del Premio de la Institución.



Fuente:

http://www.tierradehombres.org/
http://childrensworld.org/
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