Libro "carta a mi hijo adoptado" de Pilar Rahola
Aquí os dejo unos fragmentos de su libro, lleno de ternura y sentimientos, plasma perfectamente y con todo detalle la felicidad, miedo, dudas, que se sienten durante el proceso y una vez te encuentras con tu hijo.En este caso Pilar nos abre el corazón al contar todo lo que rodeo la adopción de Noé(1993), ahora un precioso crío de 17 años adoptado en barcelona, posteriormente inició la adopción de Ada(2001), de origen Siberiano.
Durante los tres años y medio que duró el proceso tú sólo fuiste el deseo fuerte, persistente y tozudo de tenerte. Fuiste una voluntad. Sin embargo, amor, casi de golpe, (...), cuando un día nos llamaron y nos dijeron que estábamos a punto de conocer a nuestro hijo, ¡qué miedo aterrador! (...) No sabría explicarte cómo se puede sentir una alegría desbordada, una especie de frenética felicidad, casi infantil, y a la vez un profundo temor, pero así fue. (...) El miedo a saber cómo serías. (...) Miedo a mí misma, de no saber estar contigo, a la altura de unas circunstancias que desconocía, que había escogido y que, sin embargo, no dominaba. (...) Eras nuestro hijo, pero ya habías andado una parte del camino sin nosotros, y esa pequeña parte andada nos pesaba como una losa. Nos pesaba y... nos hería. Recoser, recoser rápidamente la herida abierta, entre aquel instante en que naciste y el momento en que nacías con nosotros: a este pensamiento dediqué buena parte de mis energías y casi todos mis recursos mentales, emocionales, pasionales. Estábamos dispuestos y encantados de sobreponer la alegría de tu llegada a los miedos y a las preguntas. Pero no sabíamos qué significaba todo ello, ni sabíamos cómo lo haríamos. (...)
Hijo mío desde el instante en que cruzamos la mirada. Hijo mío desde que encuadraste tu curiosidad en el ámbito de la ventana, y sólo nos mostraste medio rostro, rechazándonos y llamándonos, queriéndonos y negándonos... (...) Toda la desconfianza en tu mirada. ¡Estabas tan inmensamente solo! Pero ¡tenías tanto miedo a estar mal acompañado! que no nos quisiste..., abrazado a la responsable del centro donde habías vivido tu corto tiempo de vida... Abrazado a lo conocido. Te habíamos comprado una pequeña moto, motorista incluido, que te enseñamos como reclamo. Fue nuestro primer lenguaje, el primer beso, el primer abrazo antes de abrazarnos tanto, ese juguete que te cabía entero en la manita y que, durante tres días enteros, no dejaste ni un momento.
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Tú ya tenías nombre. Recuerdo perfectamente la frase de la psicóloga (...): Su hijo no viene vacío de equipaje a la vida que va a vivir con ustedes. Ya lleva una maleta con cuatro cosas. Y una de las pocas cosas que ya sabe que tiene es su nombre. Sabe perfectamente cuál es su nombre, y quizás su nombre es lo único que tiene realmente seguro. La adopción no es un nacimiento, sino una continuidad: este principio básico es, quizás, aquello que más nos gusta ignorar cuando nos enfrentamos a la experiencia adoptiva. (...) Camino ya andado. Vida ya vivida. Un nombre para resumirla. (...) Tu nombre era Noé.
Me dijeron que los niños que habéis tenido una primera vida sin demasiado amor -o sin nada de amor-, siempre mantenéis vivo el recelo, incluso cuando ya estáis plenamente adaptados. No tengo esta impresión en el presente (a tus ocho años), ahora que te veo tan (...) integrado (...). Pero es verdad que durante años, especialmente de noche, me has preguntado si me iba, y sobre todo, si volvería. (...) Como si recelases del punto de felicidad que finalmente habías conseguido. Como si recelases, amor, de tener una madre, un padre, una hermana, una familia para siempre. Probablemente de lo que no te fiabas era de eso: de que no fuera todo lo que tenías una simple excepcionalidad. Desconfiabas, Noé, de la normalidad. Por suerte (...) ya no veo en ti esa desconfianza, pero continúo notándote más sensible de lo que sería habitual en un niño de tu edad. (...) Por ejemplo, si por la televisión pasan la imagen de algún niño que sufre, te preocupas mucho más de lo que corresponde a un niño, te pones nervioso, me haces preguntas atolondradas (...). Transmites, a través de los niños que ves padecer, la memoria de tu propio dolor. (...)
Gracias a todos estos testimonios de amor como el de Pilar tocamos con la puntita de los dedos la experiencia, aunque no sea la propia, de la maternidad por medio de la adopción y nos ayuda a hacer más llevadero este camino, largo camino hacia ti.
Eso sí, tengo que decir que he descubierto esa parte dulce y profundamente sensible de Pilar Rahola y me ha encantado. Su relato, pero un relato muy bonito.
Gracias por estos fragmentos.